2016_06 – Ruta por El Pais Vasco

Lo más significativo de la ruta por El País Vasco de este año es la baja participación por la ausencia de Pablo, Carlos y Jose Clemente.

Bajo el puente de Portugalete
Comiendo con Pablo y Maribel que nos hicieron una agradable visita
Hacía fresquito por Orduña
No podía faltar la visita al Guernica

2016_03 XII marcha a Villaescusa

25 de Marzo de 2016. Viernes Santo

XI Marcha ciclogastronómica a Villaescusa

COMPONENTES:

Paco

Nicolás

Pablo

Goyo

Nicomedes

Jose

Tomás

Octavio

Jaime

Porfi

Pedro Jose

Toño

Héctor

Antonio

Daniel

Ricardo

Marcos

Fernando

Lo más reseñable de esta edición es las ausencia de uno de los fijos en esta ruta, nuestro secretario Jose Clemente (pendiente de una operarse de una hernia discal). Por el contrario cabe destacar la incorporación de nueva savia en el grupo : Ricardo, Marcos y Fernando.

Este año Jose y Hector se presentaron en Pozorrubio para iniciar la ruta con el grupo desde aquí.

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El tiempo aunque un poco fresco y nublado fue agradable todo el día, no llegando a llover en ningún momento.

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Dani se volvió en la Osa, y Nicolás y Antonio no se quedaron a comer porque se habían comprometido con la familia.

Como casi todos los años en la comida nos acompañaron Emilio y Roberto.

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2015_10 – X edición ‘Judias con liebre’

31 de Octubre de 2015

X Ruta de la Judías con liebre (Con Pezuña)

COMPONENTES:

En la Parte Ciclista:

Antonio

Jaimito

Carlitos

En La Parte Ciclogastronómica:

Nicolás

Nicomedes

Jose Escudete

Pedro José

Jose Manuel (amigo de Pedro José de Villamayor)

En la parte Gastronómica:

Joaquín “Nin”

Julián “Pelayo”

Paco Cánser

Paco Fernández

Goyo

Pablo

Tomás

Octavio

José Clemente

Toño

Porfi

Luis (Remolino)

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El recorrido consistió en ir a la Puebla, Los Molinos, Hontanaya, Villamayor y Pozorrubio, en total 40 kms. aproximadamente.

Luego dimos buena cuenta de las judías, esta vez con Pezuña. Que igualmente estaban de escándalo, en la cocina de Paco.

Hasta las gachas….

2015_09 – VII Marcha ‘Señorio de Haro’

26 de septiembre de 2015.

VII Marcha Ciclogastronómica “Señorío de Haro”

COMPONENTES:

Nicolás

Pablo

Nico

Jose

Tomás

Carlos

José Clemente

Octavio

Jaime

Pedro José

Toño

Porfi

Jose “El Rubio”

Héctor

Eduardo

Antonio

Jaime (hijo)

Carlos (hijo)

 

Magnífico día de bicicleta, con algo de fresquito por la mañana, que pronto se tornó en una cálida jornada. En esta ocasión, se repitió el número de participantes del año anterior, con tres nuevas incorporaciones: el más veterano, Nicolás, primo de Jacintín y Nicolás Serrano, su yerno Antonio y Eduardo, natural de Carrascosa del Campo, casado en Villaescusa que, por fin, pudo aceptar la invitación de Jose.

El recorrido fue mayoritariamente por caminos e incluso por sendas de cabras, a través del monte que conduce hasta el Molino Blanco, realmente por parajes agrestes de gran belleza, ya se sabe que en la Mancha no podemos disfrutar de este tipo de terrenos.

Desde el Molino cogimos el camino que nos conduce a las proximidades de Villar de la Encina, donde efectuamos el almuerzo reglamentario en un bar a la salida del pueblo, con camareros muy agradables.

A continuación nos dirigimos a visitar el Castillo de Haro, que aún conserva sus fuertes muros recordándonos tiempos pasados donde jugaba un papel importante en aquellos terrenos, debido a su situación privilegiada y a la gran extensión de espacio que dominaba.

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Desde allí nos dirigimos directamente a Villaescusa por el camino de la Casa Blanca, ya conocido por todos nosotros.

Y después, llegó lo mejor. Nos encontramos con una cocina nueva, hecha en este invierno y puesta a capricho por nuestro anfitrión, Jose. Con todos los detalles para hacer cada velada una gozada.

Allí nos tomamos unos botellines previos a la comida, que, como no podía ser de otra manera, estaba exquisita, desapareciendo rápidamente las patatas del perol. Posteriormente volvimos a la cocino para degustar una buenísima tarta de queso hecha por Pili, los cafés y alguna copichuela de “Nicomedes García”.

Y así, poco a poco, algunos tuvieron que despedirse, debido a diversos compromisos en el pueblo y otros con más tiempo disponible, nos quedamos un rato más en el pueblo.

En definitiva, todo salió redondo, destacando, como suele ser  norma en estas celebraciones, la entrañable y sincera hospitalidad que recibimos y el buen sabor de boca, en geral, que te queda en el cuerpo al acabar la jornada.

Pues nada, ya sólo queda remitirnos hasta la próxima, que será, si el tiempo no lo impide, el próximo 31 de octubre, con las judías con liebre.

 

 

 

 

2015_08_Tonelbici colaborando con nuestra fiesta.

La comisión de festejos de este año nos propuso de hacer una marcha en bicicleta con motivo de la semana cultural y nosotros encantados aceptamos gustosamente

Parada en el camino para reagrupar y hacer una foto
Tomando unas cervezas en Torrubia
Ya cambiados tomando el aperitivo en La Ermita
Degustando una paella preparada por la comisión de fiestas

2015_07 – IV Marcha Sierra de Cuenca

25 de julio de 2015

IV Marcha ciclogastronómica a la Serranía de Cuenca (Fuentes-Las Torcas-Lagunas de Cañada del Hoyo- Fuentes) 55 kms.

COMPONENTES:

Paco

Pablo

Nicomedes

Tomás

Carlos

José Clemente

Octavio

Jaime

Porfirio

Ricardo

Jaimito

Carlitos

A pesar de alguna sonada ausencia motivada siempre por razones de mucho peso, el número de participantes en esta ocasión aumentó gracias a la presencia de dos nuevos valores de nuestro ciclismo local, Ricardo, el hijo de Vicente y Carlitos, hijo de Jaime.

El kilometraje disminuyó considerablemente, aunque fue suficiente para sudar lo suficiente como para degustar las cervezas frías y además, unas cuantas subidas que, aunque cortas, eran bastante empinadas, terminó por dejarnos un buen sabor de boca a todos.

Después de cargar las bicis y las personas, nos dirigimos a Fuentes, comienzo y fin de la ruta, donde comeríamos y donde algunos de nosotros también almorzamos. Los coches los dejamos junto al Restaurante Los Cazadores, serían las diez menos cuarto de la mañana.

Mientras bajamos las bicis, a alguno nos dio tiempo a tomar un montadito para iniciar la ruta con fuerzas. Aproximadamente, los primeros 8 kms. son completamente llanos y discurren por la carretera de Teruel. Pero después de coger el desvío para las Tocas, rápidamente la carretera comienza a empinarse, y así durante tres o cuatro kms. hasta llegar al campamento de Los Palancares, particularmente el último km. donde fácilmente se puede llegar al 10 o 12%. A esas altura de ruta, el grupo compacto estaba desordenado, subiendo cada parroquiano como buenamente podía. En una bifurcación que está a un km. de las Torcas, hicimos el reagrupamiento marchando todos para realizar las primeras visitas de la Jornada, que fueron la Torca del Lobo, la de la Novia y el árbol “Candelabro”, un  pino de más de 400 años con forma del objeto que lo define. Más tarde vimos el Pino “abuelo”, considerado el árbol más viejo de la provincia de Cuenca, con más de 500 años de antigüedad, también impresionante.

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Desde aquí, la siguiente escala era la visita a las lagunas de Cañada del Hoyo, que son torcas, pero con agua. Vimos las tras lagunas que están junto a la carretera, que, por lo visto, son las más bonitas. Y efectivamente lo son, ya que cada una dispone de una coloración distinta a la otra y van de un intenso color verde esmeralda de la laguna “Gitana”, al casi negro del “Lagunillo”, pasando por un precioso azul turquesa de la laguna del “Tejo”. Al parecer en ese paraje hay una caseta donde existe un bar, pero estaba cerrado, así que sin perder tiempo, y tras sacar unas cuantas fotos de las lagunas nos marchamos directamente al pueblo de Cañada del Hoyo a tomar  unos refrescos, eran ya la 13:00 horas y el cuerpo necesitaba un repostaje.

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En patio del Bar “la Venta de los Montes” dimos buena cuenta de unas cuantas rondas incluida una pagada por el Presidente para celebrar su cumpleaños 10 días atrás. Allí nos hicieron las fotos colectivas e incluso se ofrecieron para sacarnos más, gente muy simpática y agradable, que contribuyó a guardar un buen recuerdo de aquel pueblo.

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Quedaban 18 kms hasta  Fuentes, en donde hay un par de buenas subidas lo que añadido al calor de las dos de la tarde, provocó que llegáramos a esa localidad con ganas de tomar otra cervecita. Antes fuimos testigos del banquete de unos 20 buitres que se estaban papeando a un ciervo atropellado.

El final de fiesta lo puso una comida más que correcta, con un magnífico morteruelo casero de aperitivo. La penúltima etapa del Tour, con final en el Alpe d´huez, terminó por amenizar la velada antes de partir de vuelta al pueblo, a donde llegamos sobre las 7 de la tarde.

Y así concluyó otro buen día en donde conjugamos el pedaleo, el turismo y una comida en grupo, pasando muy buenos ratos, que es de lo que se trata.

Hasta la próxima, que será, si todo va bien, en Villaescusa, con las patatas con conejo de José Escudo.

2015_06 – Ruta por el Pirineo

RUTA POR EL PIRINEO (Del 21 al 26 de junio de 2015)

COMPONENTES:

Pedro

Pablo

Nicomedes

Carlos

José Clemente

Octavio

Toño

PRELIMINARES, PRIMER DÍA. Domingo, 21 de junio de 2014.

En esta ocasión decidimos comenzar la aventura el domingo 21 de junio, por conveniencia general del grupo en lo que se refería a agendas particulares y por evitar el tráfico monstruoso que se genera los fines de semana en la zona y por la celebración de dos carreras ciclistas consolidadas, con gran cantidad de participantes como son la Quebrantahuesos y la Treparriscos, que copan durante el sábado de celebración todas las carreteras de la zona.

Así pues, consideramos que para el calendario propuesto, lo mejor era viajar el domingo, con los hoteles libres y realizar los pedaleos durante los días laborables.

A excepción de Pedro que realizaba el trayecto desde Erandio durante la tarde, el resto lo fuimos haciendo desde Pozorrubio y Madrid, quedando a comer en un pueblo de Huesca (Esquedas) en el restaurante La Venta del Sotón. Allí comimos bastante bien, a juicio de los comensales, con buen servicio y precio ajustado. Era un buen comienzo para la semana que nos esperaba.

Después de comer, nos dirigimos todos a Biescas para alojarnos en el Hotel La Rambla. Con el ajetreo de las bolsas y el cambio de cubiertas de algunas bicicletas por otras más lisas, llegó Pedro con su Seat León. Una vez aposentados dimos nuestro primer paseo para tantear lo que el pueblo ofrecía.

La verdad es que en un par de calles y la plaza en la que confluyen se concentra prácticamente todos los locales de ocio y hostelería del pueblo. Al ser domingo todos estaban abiertos y fuimos probando las excelencias de algunos de ellos. Sin embargo, al no conocer la calidad de los mismos ni tener ninguna referencia, en la primera cena sufrimos una “clavada” considerable que nos sirvió de escarmiento para posteriores ocasiones.

Después de cenar y de acordar, mirando los pronósticos del tiempo, el calendario que íbamos a cumplimentar, marchamos a pasar la primera noche en Biescas. En el hotel estábamos prácticamente solos y fuimos muy bien recibidos por Jesús, un buen aficionado a las bicis y perfecto conocedor del terreno por donde nos moveríamos al que agradecemos los consejos e información de las sucesivas etapas que se nos avecinaban.

SEGUNDO DÍA. Lunes, 22 de junio de 2015 (Ordesa).

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Debido al tiempo meteorológico, decidimos hacer primero la etapa de Ordesa y dejar para el martes (aparentemente con tiempo más bonancible) la etapa del Tourmalet.

Y el día comenzó de forma espectacular, cielo azul, sin una nube y con buena temperatura, apenas viento, lo ideal para pedalear. Tras el desayuno en el propio hotel, a eso de las 9 y cuarto, salíamos rumbo a Ordesa, para disfrutar de la primera jornada de ciclismo pirenaico.

Y ya, nada más comenzar nos encontramos la primera dificultad de la jornada, el Puerto de Cotefablo, por la vertiente oeste, que nos ni mejor ni peor que la otra, cada una tiene sus cosas buenas (pocas) y muchas malas. Esta vertiente cuenta con 14 kilómetros de los cuales duros son poco más de cinco, pero al final, se suda de lo lindo y se superan más de 600 metros de desnivel. El largo túnel iluminado, eso si, nos recuerda que lo peor, de momento, ha pasado. Rápidamente, el primer descenso vertiginoso de más de 10 kms. nos conduce al bonito pueblo de Torla en donde tomamos una cerveza en la plaza y un tentempié en uno de los muchos bares de la turística localidad, situada a las puertas de uno de los reclamos turísticos más importantes de la zona como es el Valle de Ordesa.

Los nueve kilómetros que separan Torla y Ordesa son completamente disimétricos, ya que los primeros cuatro son más bien llanos aunque ligeramente en subida y, tras un puente sobre el rio Ara, llamado de los Navarros, comienzan los cuatro kms de dura subida, sobre todo una rampa en línea recta que parecía no tener final, además, el calor propio de las horas centrales del día, aderezaba aquel cóctel de sufrimiento.

Pero al final llega la satisfacción de encontrarte con tu destino, en forma de un bello paisaje flanqueado por crestas montañosas, tupidos bosques y un río fotogénico. La guinda del pastel la puso la cerveza que nos tomamos en el chamizo en medio de aquel vergel.

Pudimos comer allí mismo, pero decidimos bajar a Torla y hacerlo allí, para ganar tiempo ante lo que podría avecinarse más adelante: alguna tormenta de montaña muy propias en esta época.

Y así, comimos en el restaurante El Taillón, dentro, porque hacía bastante de ese calor picante que precede la tormenta. Por eso, sin apenas dilación para sobremesas (ya habría tiempo), salimos hacia Biescas. Y claro, lo que se sube, se baja, y lo que se baja, se sube, y eso nos tocó hasta llegar de nuevo al túnel del puerto de Cotefablo. Algunas gotas de nubes revoltosas nos cayeron durante el ascenso que, a decir verdad, produjeron más alivio que otra cosa.

Para finalizar la jornada, de nuevo la agradable experiencia de marchar en bicicleta a más de 40 por hora sin dar una sola pedalada, bueno, a veces había que subir un pequeño repecho dentro del descenso generalizado que nos condujo directamente a la puerta de nuestro hotel de Biescas.

Como en la noche anterior, pasamos las bicis al bar del hotel, que no se usa, y nosotros a ducharnos.

A medida que íbamos saliendo de las habitaciones nos fuimos yendo en grupetos a investigar las posibilidades que ofrecía el pueblo en materia “barística” el lunes, y observamos que muchos de los establecimientos que estaban abiertos la tarde-noche del domingo, se encontraban chapados, no obstante, siempre pudimos encontrar unos cuantos que atendían a la clientela y pudimos refrescarnos con unas cervezas. Para comer, decidimos acudir al restaurante del Hotel Casa Rubla, donde se concentraba casi toda la población activo del pueblo. Allí tomamos unas raciones y disfrutamos de una velada al aire libre con buena temperatura, a pesar de que la noche había caído desde hacía tiempo. Con un gintonic (para los más valientes) concluyó la primera jornada de ciclismo llena de imágenes espectaculares y de bonitas sensaciones en todos los sentidos, ahora tocaba descansar bien para afrontar el reto del día siguiente, la subida al Tourmalet.

TERCER DÍA. Martes, 23 de junio de 2015. (El Tourmalet)

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El viaje hasta la localidad francesa de Luz Saint-Sauveur, a 120 kms. de Biescas, prácticamente todo a través de carreteras de montañas, estrechas y curveadas, (no en vano debíamos atravesar el Aubisque y el Soulor), obligaba a madrugar un poco para no llegar de noche. Así pues, sobre las 8:15 salíamos de Biescas con la furgoneta y la bicis y con Toño y Octavio de conductores y con el coche de Carlos, para el resto de los participantes. Hasta llegar al Puerto del Portalet, el día parecía bueno, con bastantes más claros que nubes, pero al pasar a Francia, una densa niebla se esparció por todo el valle y no la abandonaríamos hasta que llegamos a pie del Tourmalet.

Lo paradójico era que con esas condiciones meteorológicas, numerosos ciclistas de elevada edad se encontraran subiendo el Portalet, con sus tipos finos y sus flamantes bicicletas. No cabe duda que estábamos en otro país, mucho más aficionado y respetable a la circulación ciclista. La subida al Aubisque, otro puerto mítico donde los haya también estaba plagada de ciclistas de todas las edades lo que obligaba a conducir con suma prudencia. Al llegar a la cima de este puerto, paramos para hacernos las fotos de rigor y la verdad es que, entre ciclistas que habían coronado la cima y los que íbamos en vehículos de motor, el ambiente era de lo más animado, con todas las cámaras de fotos a pleno rendimiento para inmortalizar nuestra presencia en aquel lugar mágico.

Rápidamente continuamos la marcha hasta la localidad de Luz Saint Sauver, con el desasosiego de ver cómo la niebla no se terminaba de disipar. Al menos al llegar allí, lucía el sol, pero no sabíamos si a mayor altitud la visibilidad sería buena. De momento, pudimos aparcar bien los dos vehículos en una plaza donde había varios bares y la Oficina de Turismo, además de un centro comercial. Lo primero que hicimos fue comer algo y ese algo fue una baguette don jamón york y mantequilla. La hora que era (aproximadamente las 12 del mediodía) y sobre todo el tiempo que llevábamos sin meter nada sólido al cuerpo hicieron que el bocata estuviese hasta bueno, para regarlo, un par de cervezas Ambar, de importación española, completaron el menú improvisado.

Una vez alimentados, bajamos las bicis de la furgoneta y nos dispusimos a afrontar el gran reto de la ruta. Mayormente comenzamos con ritmo lento para economizar esfuerzos, ya que, desde el principio, la pendiente comienza siendo constante entre el 7 y el 8%, con grandes rectas lo que desanima al ciclista al no apreciar lo que realmente se asciende. Antes de llegar a Bareges, hay un par de tramos de herraduras que permiten ver el formidable paisaje que vamos dejando tras de nosotros, a la vez que sirven para hacer esas paradas tan necesarias para recuperar el aliento y reponer el líquido que íbamos dejando en nuestras ropas. Finalmente llegamos a esa localidad y todos nos juntamos en un pequeño bar donde tomamos un refresco y rellenamos los bidones para afrontar los últimos 10 kilómetros. No teníamos prisa por llegar, por lo que nos tomaríamos con mucha calma lo que quedaba de ascensión, parando las veces que hicieran falta, no sólo para descansar, sino para hacer las consabidas fotos en aquel marco incomparable. La buena noticia era que cada vez la niebla se abría más, las malas noticias eran unas terribles curvas de herradura que se vislumbraban muy muy altas, y por donde deberíamos pasar si queríamos conquistar aquel puerto.

Los últimos kilómetros son los más bonitos, al empalmar tramos sucesivos de curvas que permiten divisar un paisaje cada vez más espectacular, todo ello aderezado de un sol que se iba imponiendo a las nubes, a medida que ascendíamos. A veces, rebaños de ovejas y vacas acompañaban con su mirada indiferente nuestro lento discurrir, las paradas, aprovechando cursos de agua del deshielo, servían para tomar conciencia de lo mucho que llevábamos y lo poco que nos quedaba y así, después de más de tres horas y media íbamos llegando a la cima del Tourmalet, donde las estelas, los monumentos y sobre todo el archiconocido Bar Restaurante, nos estaban esperando.

Como en el Aubisque, multitud de gente se agolpaba en los lugares fetiches para inmortalizar el momento, y, por supuesto también nos llegó a nosotros el turno, dejando nuestra presencia en aquellos pagos.

Otra visita inexcusable, como hemos dicho, era tomarnos una cerveza, o varias en el bar, decorado con numerosos recuerdos de lo que ha representado aquella cima en la historia del Tour de Francia, maillots. Bicicletas, fotos, etc, dándole al local un ambiente puramente ciclista, además, la pareja de encargados eran españoles, facilitando considerablemente cualquier problema idiomático.

Después de reponer los cuerpos, sobre todo con avituallamiento líquido, decidimos tomar la merienda en Luz Saint Sauveur, dado que estábamos a una escasa media hora. Así que sobre las 5 y media de la tarde comenzamos el espectacular descenso, y este sí que lo hicimos sin parar ninguna vez. 18 kilómetros seguidos de bajada, con buen firme y relativamente pocas curvas supusieron una experiencia muy agradable, aunque creo que a todos se nos hizo cortísima, ahí vimos lo diferente que es subir y bajar con la bicicleta.

Como decíamos, en un santiamén volvíamos a estar en la plaza donde dejamos los vehículos dispuestos a guardar las bicis y tomar algún bocadillo o algo parecido. Fuimos a un bar donde preparaban sándwiches calientes hechos de kebab, y esa fue la merienda del día. La pareja de encargados eran bastante simpáticos así que pasamos un rato muy agradable. En general, la experiencia de tratar de nuevo con gabachos fue bastante positiva.

Para la vuelta, para evitar subir y bajar de nuevo el Aubisque, decidimos ir por Lourdes y luego por carreteras secundarias, aunque llanas y rectas, llegar a Laruns y desde allí coger el Portalet de vuelta a España. El único contratiempo fue en la localidad de Lourdes, donde nos equivocamos en un cruce, y eso nos produjo dar unas vueltas turísticas por la ciudad, aunque también pudimos ver desde lejos la basílica, cosa que no estaba inicialmente prevista. Finalmente conseguimos salir de Lourdes por la carretera correcta y, sin muchas dificultades pudimos retornar a nuestro país.

A pesar del cambio de carretera, el viaje duró casi otras tres horas, llegando a Biescas sobre las nueve de la noche. Así que sólo nos dio tiempo a una ducha rápida y volver a cenar al restaurante de la noche anterior, con su simpático y algo descarado camarero, que al menos, nos esperó para que pudiésemos cenar. Y así, concluyó aquella larga jornada en la que subimos al Tourmalet.

CUARTO DÍA. Miércoles 24 de junio (Panticosa).

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Concluíamos nuestra estancia en Biescas con la tercera etapa que tenía como punto de destino el balneario de Panticosa. Los primeros 12 kms. discurren por la carretera de Sallent de Gállego, en pleno Valle de Tena, con el embalse de Búbal como punto de referencia, ya que al sobrepasarlo viene el desvío hacia Panticosa.

Es en ese punto donde el paisaje es realmente espectacular, con el embalse en primer plano y las cumbres que rozan los 300 metros como magnífico telón de fondo, además, el día, perfectamente raso acompañaba para sacar unas fotos realmente bonitas.

También a partir de ese momento la carretera comienza a empinarse, primero poco a poco para pasar los últimos cuatro kilómetros a tener un porcentaje invariable en torno al 7 %, con numerosas curvas de herradura que aumentan la belleza de la subida. Tras unas cuantas galerías anti-avalanchas, se llega al Balneario. Magnífico entorno, con el lago rodeado de cumbres por encima de los tres mil, cascadas y los edificios de los hoteles que nos transportan a otrora gloriosas épocas de principios del siglo XX, llenas de esplendor burgués y de glamour.

Después de tomarnos unas cervezas y llenar los bidones en una fuente, abandonamos aquel paraje espectacular para visitar el pueblo de Panticosa, donde, nos habían recomendado un par de restaurantes donde comer. Lo primero que hicimos fue tomar un aperitivo en la plaza de la iglesia, resguardados a la sombra del sol de justicia que a esas horas ya golpeaba con fuerza por aquellas tierras. Al comprobar que el restaurante recomendado estaba cerrado aquel día, decidimos sin dilación marcharnos a Biescas a comer al restaurante que estaba junto al hotel y liberar lo antes posible las habitaciones que gentilmente nos había guardado Antonio para ducharnos.

Así pues, tras la ducha y el relax consiguiente, comimos en Biescas y, rápidamente, cargamos las bicis para marcharnos a Jaca, a excepción de Carlos que tomó otro camino, el de Madrid, ya que tenía que trabajar al día siguiente, ¡qué putada!.

A media tarde llegamos a Jaca y nos alojamos en el Gran Hotel, con amplias habitaciones y bonitas vistas a la piscina. Después de dejar las maletas fuimos a dar una vuelta por la localidad y comprobamos que estaban en plenas fiestas de Santa Orosia, así que había bastante animación por las calles. Cerca de la Catedral, pudimos ver cómo el Madrid de Baloncesto ganaba la Final de la Liga al Barça, al vencer en el Palau el tercer y definitivo partido. Después continuamos por las zonas de marcha de Jaca tomando cervezas y cenando malamente en un bar en el que casi salimos a hostias con el nefasto camarero, lento y malo. Después, nos marchamos para el hotel a descansar. Y así concluyó el día. Mañana nos esperaba San Juan de la Peña y el Oroel.

QUINTO DÍA. Jueves, 25 de junio (San Juan de la Peña)

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Con otra mañana radiante, comenzamos a pedalear hacia el Puerto de Oroel, a pocos kms. de Jaca. Se trata de un puerto muy suave, tendido y el que se corona con pocos esfuerzos, además, el cuerpo está descansado y la subida, en suma, es muy agradable. Asimismo, la bajada es también muy suave, nada comparable a las que habíamos realizado los tres días anteriores. Así que sin darnos cuenta llegamos a las proximidades de un pueblo llamado Bernués, donde se coge el desvío que nos lleva a san Juan de la Peña, pero antes decidimos visitar aquel pequeño lugar donde pudimos hablar brevemente con una de sus poquísimas vecinas, explicándonos que dependen totalmente de Jaca, donde efectúan todas sus compras. Lo peor es en invierno, cuando nieva, quedándose semi incomunicados por algunos días.

Después de aquella breve estancia continuamos la subida hacia el Monasterio de san Juan de la Peña. La subida continúa siendo muy tendida, con buena carretera y bellas curvas de herradura que permiten ir divisando cada vez más terreno, lo que contribuye a hacer la subida mucho más amena. Al final llegamos al Monasterio nuevo de san Juan de la Peña, donde está el punto de información y una cafetería donde repusimos fuerzas. A unos dos kms., todos de bajada se encuentra el Monasterio viejo, de estilo románico. No pasamos a verlo por dentro por falta de tiempo, pero sí pudimos hacernos unas fotos con el espectacular claustro incrustado en la roca.

El siguiente tramo sigue siendo de bajada intensa hasta la población de santa Cruz de la Serós, que cuenta con dos bonitos monumentos románicos, sobre todo la iglesia de Santa María, que se sitúa en el centro del pueblo. Justo enfrente descubrimos un bar-restaurante donde nos tomamos un par de cervezas en su tranquilo porche con la iglesia de privilegiado fondo. La buena temperatura y la tranquilidad del momento aumentó nuestra pereza, pero al final decidimos llegar hasta Jaca y allí comer o merendar, ya que la hora se nos estaba echando encima. Era evidente que no teníamos prisa para nada, son vacaciones y el reloj es sólo un adorno.

Después de ducharnos, a media tarde, fuimos al bar de enfrente del Hotel y realizamos la comida-merienda con platos combinados, servidos por el simpático camarero llamado Toño. Después dimos un largo paseo por Jaca, en plenas fiestas, como ya dijimos y acabamos en la Plaza de la Catedral, donde iban a actuar un grupo folklórico de Huesca. La actuación fue un auténtico éxito, sobre todo gracias a un virtuoso violinista que tenía un asombroso parecido a nuestro vecino Julián “Zalaco”, y nuestro grupo contribuyó cantando a “capela” el “Échame a mi la culpa” de Albert Hamond, recibiendo el sincero reconocimiento del resto del público que aplaudió nuestra actuación, era evidente que además de la bici, también habíamos triunfado como cantantes.

El resto de la jornada discurrió disfrutando de las fiestas de Jaca, con fuegos artificiales y unas copichuelas nocturnas.

SEXTO DÍA. Viernes 26 de junio (Somport)

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Por unas u otras razones, no todos los componentes del grupo llegamos hasta Somport, y antes a Canfranc y su estación internacional. Era el último día y el cansancio, algunos dolores etc. No permitieron que todos completásemos la etapa. El caso es que sobre la Una de la tarde coincidíamos todos en las proximidades del hotel. Después de la ducha y la carga de las bicicletas en la furgoneta y el coche de Pedro, volvimos a comer en el bar de enfrente, de nuevo unos platos combinados servidos por Toño. Y así concluyó nuestra estancia en Jaca. Era hora de volver a nuestros destinos.

Habían pasado cinco días de ciclismo difíciles de olvidar, en los que habíamos acumulado un montón de kilómetros de desnivel, bellos paisajes y buenísimas sensaciones que, sin duda, nos daban ganas de repetirlas el año próximo en algún otro lugar.

2015_06 – I Ruta Sierra de Madrid

13 de junio de 2015

I Ruta por la Sierra de Madrid

COMPONENTES:

Pablo

Nicomedes

Carlos

José Clemente

Octavio

Toño

Jaime

Diego

Jaimito

Pedro y amigo

 

En Miraflores: Paco

 

Desde hace un año, veníamos dándole vueltas a la posibilidad de hacer una ruta por la Sierra de Madrid, aprovechando las buenas condiciones para marcarnos un buen día de ciclismo. Este año, en las gachas, decidimos sustituir la tradicional Marcha a Vellisca por una ruta que comenzaría en Miraflores, transcurriría por Canencia y Morcuera y acabaría en dicha localidad, donde comeríamos.

Finalmente, hubo consenso y pudo celebrarse por fin. Desde distintos puntos de la provincia de Madrid y de Cuenca, nos fuimos desplazando hasta Miraflores. También nos serviría a los que marcharíamos a los Pirineos como aperitivo para los puertos que nos íbamos a encontrar por allí.

A eso de las 9:30 fuimos llegando a cuentagotas, sacamos las bicis de los coches y comenzamos, sin solución de continuidad el primer puerto de la jornada, Canencia. Gracias a que al principio es bastante tendido y pudimos entrar en calor paulatinamente hasta llegar a los últimos tres o cuatro kms, donde el desnivel medio es del 7% , como además, la temperatura no era muy elevada, ese primer escollo se hizo relativamente cómodo para casi todos los participantes.

Otra cosa que reseñar es la enorme cantidad de ciclistas que se concentran cada fin de semana por esas carreteras, de todas partes y de todas las edades. Sorprende ver la cantidad de chicas que se dejan ver subiendo mejor que casi todos nosotros (aunque eso no es difícil).

La vertiente norte de Canencia es, afortunadamente, más pronunciada que la sur, por donde subimos, por lo que disfrutamos de un descenso que nos llevó, atravesando el pueblo del mismo nombre hasta el cruce de la carretera que va desde la N-I hasta Navacerrada y que llevaríamos durante unos cuantos kms. más, exactamente hasta Rascafría donde tomaríamos el desvío de la Morcuera que nos conducirá de nuevo hasta Miraflores.

Pero antes paramos en el pueblo de Lozoya, donde repusimos fuerzas, con unas cervezas y un bocata de lomo en el Meson del Valle, en plena carretera y con vistas al pantano de Lozoya y las montañas que rodean al bonito valle del mismo nombre.

Tras diez kms. aproximadamente se llega al pueblo de Rascafría, y casi sin pasar por él cogemos la carretera a Miraflores. Los dos primeros kms. son más bien llanos, pero pronto, al llegar a una curva pronunciada ala izquierda, comienza verdaderamente el Puerto de la Morcuera, cuya vertiente norte es ligeramente más llevadera que la Sur, en esta ocasión, también hemos tenido suerte. No obstante, no dejan de ser 8 kms. de subida, con algunas rampas de consideración lo que, unido al sobo que llevamos, hacen que se llegue a la cima con cierto cansancio, y eso que vamos despacio y parando en alguna ocasión. Por otra parte, el paisaje que se descubre y el que se deja atrás por la ascensión, hace que merezca la pena el sufrimiento.

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Al llegar a la cima, se produce la concentración de todos los participante y las fotos con la señal del Puerto para certificar que hemos cumplido con nuestro objetivo y con la satisfacción de que lo que queda es un descenso de 10 kms. y la comida en el Restaurante El Serranito, donde ya nos espera Paco, que no ha cogido la bici, pero hizo la reserva y decidió comer con todos nosotros.

En el restaurante encontramos un menú correcto y un magnífico trato del personal del establecimiento. Y así, sin poder disfrutar de una sobremesa como tal, tuvimos que poner rumbo a nuestros destinos para cumplir con otros compromisos